Irrenunciable para mi es anteponer el compromiso con la sociedad priorizando el diseño del vacío que generamos al construir, el espacio publico, el espacio de relación de la comunidad, el mayor acierto del homo sapiens y la razón de su progreso, LA CIUDAD.

¿Qué entiendes tú por “common ground”? 

206.46 km

Cuando dejas Baleares tras la cola del avión que avanza en dirección Barcelona dejas para siempre la huella de la primera de las líneas que dibujarán tu futuro. Tu futuro, que a partir de ahora se podrá medir a base de billetes y maletas facturadas. De proyectos dibujados en la antesala de la puerta de embarque.

Entre el aeropuerto de El Prat y el de Son Sant Joan se levantan invisibles las bases, las raíces y los lugares comunes entre la arquitectura que se hace en Cataluña y la que se hace en Baleares. Allí, más que a ningún otro lugar, es donde sucede la arquitectura que se presenta en esta muestra. Nuestros terrenos comunes (common ground # 1) son los 206,46 km que nos separan. Las 5hores y 22minuts de barco y los 25 minutos de avión.

Los que salimos de nuestra isla y aterrizamos en la Escuela de Arquitectura de Barcelona lo hacemos siempre manteniendo la impronta de la primera huella al otro lado del Mediterráneo, cerca de casa. Y estudiamos proyectando la manera de vivir en Baleares estando en Barcelona y de seguir en Barcelona mientras veraneas en casa.

El agua que nos separa y que ahora nos ahoga nos mantiene unidos con un vínculo que tiene sabor a salitre y posidonia. Buena parte de los proyectos que aquí se presentan se hicieron bogando por aire o por mar-según susceptibilidad del individuo al mareo-, y ahora, cuando la mayoría reman sin tener muy claro a qué puerto les dejará la barca, algunos otros ya se han acostumbrado a las olas y a la mala mar, a las turbulencias y los retrasos por llegada tardía del avión.

Pero no nos engañemos, aquí, cerca de la costa, también sabemos que el mar en calma no es un espejismo, es lo que sucede después de la tormenta, y éste, el optimismo, podría transformarse en el otro nuestro valor irrenunciable (common ground # 2).

¿Qué es lo irrenunciable? Tiene fácil contestación.

Nada.

Los que tenían lo están perdiendo, a los que no pudimos coger la ola, lo poco que nos arrastró ya se ha disipado, y a los que vienen, a esos, les está quedando la resaca, esa que te arrastra mar adentro y es tan peligrosa.

Se ha perdido todo. La reputación, el respeto, la profesionalidad, la calidad, la cantidad.

Hay que, y mucha gente ya está en ello desde hace tiempo, reconstruirlo.

Y de construir sabemos.

Aunque hay muchos que, todavía, al no haber sentido la pérdida, no se han enterado.

La otra pregunta nos interesa más. ¿Cuál es nuestro “common ground”?

Las personas.

Lo común, lo único común verdaderamente que todos tenemos, son las personas.

Trabajamos para desarrollar espacios relacionales para las personas.

La tradición que pretendemos recuperar/conservar parte de la historia y evolución de las personas.

Nuestros servicios profesionales no se prestan a una disciplina, se prestan a las personas.

Nos sacrificamos días tras días, en esta gesta heroica que muchos denostan pero más ejecutan, para servir a las personas.

Nos entregamos a nuestros clientes, que son personas.

Nos preocupamos por las ciudades, el entorno de las personas.

Las personas están ahí para salvarnos, pero, y de eso no nos hemos dado cuenta, nos creemos necesarios cuando somos totalmente contingentes. La sociedad no nos necesita. Debemos reconstruir, desde este servicio sin servilismo, la relación simbiótica entre nuestra profesión y las personas. Entre nuestra profesión y la mejora, que no la solución, de la vida de las personas se ha roto la relación, y como decíamos hay que reconstruirla, porque la culpa ha sido nuestra.

Si entendemos que todo lo que se ha perdido ha sido por dedicarse a la disciplina, entendida como producción autopoyética cíclica e improductiva, por entregarse ciegamente a los mercados, que nos ofrecían trabajo, seguridad y solvencia de forma falaz, en definitiva por volver la espalda a lo que estaba pasando a nuestro alrededor, descubriremos que lo que nos atañe, lo único que verdaderamente nos afecta, nos duele, nos conforta, nos hace crecer, nos salva, son las personas.

Arquitextonica

Nos interesa la dualidad continuidad / transformación que implica la posibilidad de intervenir desde el proyecto en el territorio y en la ciudad.

Cada hecho arquitectónico es un grano de arena más, que se añade a un continuum que lleva miles de años construyéndose, moldeándose. Este pensamiento puede llegar a anular. También nos hace sentir parte de algo más allá de nosotros mismos, y nos protege de la tentación egocéntrica de todo acto creador. Nos sentimos fuertemente responsables de actuar en continuidad con el entorno físico que heredamos, acumulado a lo largo de los tiempos … y de no errar.

Construir tiene un poder de transformación enorme, cualquier decisión arquitectónica sobre el territorio y la ciudad puede tener un gran impacto sobre la memoria colectiva. Implica un peso de responsabilidad, que se transforma en vértigo. La posibilidad activa de esta transformación y las posibilidades de mejora es, también, altamente motivadora.

La necesidad de continuidad y el poder activo de la transformación son los sentimientos básicos que intentamos combinar en la medida que cada situación requiere. Encontrar el punto de equilibrio es lo que nos motiva, cada día, a seguir reflexionando sobre lo que hacemos, para que nuestra aportación sea indudablemente positiva.

Que ¿qué? Common ground son muchas cosas… supongo que por eso lo han elegido como lema de la Biennale di Architettura!

Lo irrenunciable, entonces: ¿qué es lo que tienen todas las arquitecturas en común que las hace Arquitectura? ¿qué me parece necesario o mínimo indispensable -irrenunciable- para que un edificio, una actuación urbana, sean Arquitectura?

Para mí, common ground no es la forma, no es la moda, no es lo nuevo ni lo viejo, no es la adecuación de los programas a las necesidades, no es el brillante uso de la técnica, ni el tornasolado de las superficies bien orientadas; tampoco es una correcta disposición de volúmenes o de espacios vacíos, o la adecuación al entorno, por mímesis o por contraste… aunque todo ello sea importantísimo:

la Arquitectura* se forja en su genio para provocar una miríada de emociones en quien la vive, a corto plazo y a lo largo de los tiempos. Si no emociona… es arquitectura**, y esto puede no ser poco.

*Mayúscula

**Minúscula

Lo irrenunciable del sacrificio

Para ser un buen remero es necesario entrenar para adquirir práctica, destreza y fuerza y nunca renunciar al espíritu de sacrificio que nos permite alcanzar todas esas cualidades.

Si algo tiene en común la arquitectura a lo largo de la historia es el sacrificio, el sacrificio de quienes con convicción y criterio se lanzaron al agua a remar, en muchas ocasiones a contracorriente, intentando salvar todos los escollos que a su paso se iban encontrando con el objetivo de proseguir en la búsqueda de su arquitectura.

Las Arquitectura es ,a mi modo de ver, infinita ya que es capaz de albergar infinitas arquitecturas dentro de ella y esas diferentes arquitecturas tendrán puntos en común que serán irrenunciables para que las podamos definir como arquitectura (esta muestra nos descubrirá algunos de ellos) pero sin duda en todas ellas existirá sacrificio.

Los ejemplos escogidos,y muchos otros más, muestran lo que suscriben estas lineas, y es que si bien guardan otros muchos puntos en común, todas ellos destilan el aroma del sacrificio de quienes han estado detrás de ellos trabajando contra viento y marea para que pudiesen llevarse a cabo con el único objetivo de alcanzar la calidad mediante el criterio.

A ciencia cierta,y no es ningún secreto, detrás de una obra de arquitectura existe un proceso largo y difícil en el que se pelea contra grandes adversidades y de la pericia del remero depende poder sortearlas con mayor o menor fortuna. Esa pericia se desprende de su entrenamiento,realizado con sacrificio a lo largo de los años y de aprender como otros remaban antes que ellos y de esta manera poder depurar la técnica.

El sacrificio no entiende de fronteras y esta presente en todos y cada uno de los lugares donde la arquitectura se produce dejando su huella indeleble en las personas que lo practican y en la arquitectura que producen. Hoy en día el sacrificio es un concepto denostado, ya que lo que prima son la inmediatez y el efectismo que no necesitan de ningún entrenamiento previo y por tanto carecen de sacrificio.

La muestra que aquí se presenta, a mi entender, recupera el valor de ese concepto a través de una forma de hacer arquitectura que es un fiel reflejo de quienes se saben sacrificar y mediante una técnica depurada destilan la esencia de una arquitectura sobria y responsable, plenamente consciente de cuales son sus raíces y la manera en la que tiene que dar respuesta a las necesidades de la sociedad.

Embrujo: fascinación, atracción misteriosa u oculta.

Para mí es irrenunciable. Se ha de producir. De hecho cuando no se produce no se trata, en mi opinión, de arquitectura. Por muy excelente que sea la factura técnica o potente el discurso proyectual.

El embrujo se da en construcciones que son exquisitas desde muchos puntos de vista, cierto es. La llamada “arquitectura en mayúsculas” quizá.

Pero se da también en ideas transmitidas con palabras,

en bocetos preciosamente imprecisos,

en intenciones contenidas como potencial en planos técnicos,

en el diálogo entre el arquitecto y el carpintero,

en el habitante apropiándose del espacio,

o el espacio apropiándose del habitante…

y también en obras a medio acabar,

en buhardillas con goteras,

o en el recuerdo de espacios que fueron gloriosos, aunque ya no lo sean.

El embrujo se da en muchos lugares que nada tienen que ver con la arquitectura. Pero al mismo tiempo es requisito imprescindible para ésta.

El embrujo se da, muchas veces, al margen de la intención humana. Pero yo considero arquitectos a los humanos que son capaces de controlar, en la medida de lo posible, su aparición.

Argumentos racionales o irracionales, concretos, abstractos, históricos, contemporáneos, individuales, sociales, funcionales, técnicos, teóricos… cada uno es libre de combinarlos como mejor quiera y pueda. A eso nos dedicamos los arquitectos. Cualquier combinación podría ser, a priori, válida. Pero para mí sólo desemboca en arquitectura cuando logra consenso entre seres sensibles de que allí se produce efectivamente esa fascinación, atracción misteriosa y oculta que llamamos embrujo.

Enlace a ECOTOPOLOGÍA EPIGONAL

La arquitectura, más que crear formas en el espacio, ha de “proyectar”· relaciones en él.

Proyectar como capacidad de reconocer, de impulsar, de planear, de generar y de materializar (de sintetizar) interacciones múltiples entre condiciones e informaciones: con el medio, con el paisaje, con el contexto, con la tecnología, con la cultura y con la sociedad de cada momento.

De una arquitectura concebida como un “objeto inerte” debemos pasar a una arquitectura generada como un “entorno relacional”.

Una arquitectura pensada, proyectada y construida desde procesos de interacción y resonancia con una nueva sensibilidad abierta a los procesos variables y evolutivos que marcan este inicio de siglo.

Ahí radica la nueva inquietud proyectual.

Hoy hemos de repensar – desde esta nueva lógica operativa – cuestiones tradicionales como las nociones de orden, de forma, de organización o de estructura y de expresión arquitectónicas…

y ello sin renunciar como arquitectos a nuestra primera y básica misión… la de contribuir a crear un hábitat mejor… es decir un tipo de entorno habitable en consonancia con las inquietudes ambiciosas – más que con las demandas contingentes – de la propia sociedad… no con sus gustos sino con sus expectativas: es decir con la capacidad de alentar la curiosidad intelectual, la proyección social y la ambición cultural ante un tipo de escenarios edificados más imaginativos y estimulantes…

Manuel Gausa- Florence Raveau

Gausa+Raveau actarquitectura