Fuente: Arquitectura, entro otras soluciones
Fotos: Jaume Prat
Vogadors, el Pabellón Catalán de la Bienal de Venecia, está considerado oficialmente como un evento colateral. Lo que ha servido para dejarlo fuera de muchas listas publicadas en medios sobretodo españoles, ya que es posible hacerlo (por esta particularidad) sin pensar que lo estás boicoteando.
En la Bienal de Venecia, los eventos colaterales y los centrales tienen una frontera difusa. Los mejores son, de hecho, una extensión de la propia Bienal, hasta el extremo que la única diferencia existente es, precisamente, la localización física, fuera de los recintos.
Dentro de este tipo de eventos, Vogadors es rara avis. De entrada, porque el pabellón no tiene vocación de evento colateral. El propio espacio físico escogido (una nave industrial alquilada) no tiene, tipológicamente, ninguna diferencia respecto de los pabellones existentes en los Jardines: cuatro paredes ciegas, la puerta de entrada, el lucernario corrido. Después, la localización: equidistante de los dos recintos, los Jardines y el Arsenal. Es más, saliendo del Arsenal (que se visita en enfilada, entrando por el muelle y saliendo por el extremo oriental del mismo, después de cruzar sus jardines), la visita a Vogadors no supone más de tres minutos a pie de vuelta. Una vuelta que ofrece la posibilidad de visitar la Isla de San Pedro, una de las más pintorescas (y menos tocadas por el turismo) de toda la ciudad. Un cartel ubicado en la salida de los jardines ubica el pabellón y da una ruta lógica para llegar. La segunda ruta, que se adivina cuando entras en contacto visual con el pabellón, es todavía más corta.
El haber quedado fuera de los recintos obliga al pabellón a tener una cosa que, estando dentro, no haría falta: una fachada. La fachada del pabellón es tan gruesa como largo es el recorrido que hay desde los carteles-guía a la puerta. Podría empezar, pues, a la salida del Arsenal, pero, más propiamente, el ámbito del pabellón se extiende desde el canal divisorio de la Isla de San Pedro, donde aparece un primer cartel divisorio enorme, ya a la vista del propio pabellón, que lo relaciona con el canal, con la cúpula de la iglesia de San Pedro, con las barcas amarradas, con el agua. Los carteles: todos en blanco y negro, impresos sobre vinilo, con píxeles de unos dos centímetros buenos. Motivos marítimos, un mar que no tiene nada que ver con el agua que envuelve Venecia, siempre más calmada. Después de este cartel, cruzando el puente, aparece inmediatamente el pabellón, de ladrillo revocado por fuera, forrado con un tercer cartel igual que los otros. Que desmaterializa completamente el edificio, alejándolo de su entorno, provocando un efecto perspectivo curioso al doblarlo hacia fuera para producir la entrada, que es, sencillamente, un pliegue en el cartel…
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